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LA TEORÍA IDEALISTA EN LAS RELACIONES INTERNACIONALES

 

En este artículo haremos una introducción general de la teoría idealista en el marco de la disciplina de las relaciones internacionales para, de este modo, esclarecer las principales ideas que caracterizaron a esta corriente teórica de principios del s. XX.

 

Introducción

 

En primer lugar cabe decir que la teoría idealista tiene sus orígenes inmediatos en el final de la Primera Guerra Mundial, momento en el que apareció la disciplina de las relaciones internacionales. La conmoción que la Gran Guerra había producido en el mundo occidental creó una honda preocupación en torno al fenómeno de la guerra, con lo que se dieron pasos en el terreno académico para buscar la manera de evitar la repetición de una conflagración como aquella.

Así pues, el marco tanto histórico como sociológico, político e internacional en Occidente era de rechazo a la guerra pero, al mismo tiempo, la aspiración de crear los medios tanto académicos como institucionales para prevenir situaciones similares a las de un conflicto que había segado la vida de millones de personas. La aparición de la disciplina de relaciones internacionales se debió en gran medida a un compromiso con la paz por parte de amplios sectores, tanto políticos como intelectuales, en EEUU, Gran Bretaña y Francia. Esto es lo que explica, que desde el mismo comienzo de la disciplina, la corriente de pensamiento dominante fuese la que, posteriormente, sería conocida como idealismo, y que mantenía ese compromiso con la paz tanto desde un punto de vista académico e intelectual como político. Se creía que una educación de las elites en la cultura de la paz, en la resolución pacífica de los conflictos, en el establecimientos de instrumentos de cooperación a nivel internacional, etc., contribuiría a evitar otra carnicería como la de la Gran Guerra.

Sin embargo, la evolución de los acontecimientos históricos a partir de la década de 1930 dio origen a un aumento del cuestionamiento de la teoría idealista que fue denominada así por los principales exponentes del realismo político. Esto se debía al auge de los totalitarismo tanto en Europa central como en Rusia, además del pujante expansionismo que demostraron algunas de estas potencias reconvertidas en nuevos actores internacionales de envergadura. Esto es lo que originó el primer debate que fue, sobre todo, un debate de carácter ideológico.

 

¿Qué es el idealismo en las relaciones internacionales?

 

Como se ha dicho antes el término de idealismo fue utilizado sobre todo por los realistas para referirse a aquellos intelectuales y estadistas que apostaron por una forma de hacer política en la esfera internacional que buscase la conciliación, y sobre todo el arreglo pacífico de las controversias que eventualmente pudieran producirse haciendo uso para ello del derecho internacional.

Ciertamente no hubo nunca un movimiento o una corriente como tal, compuesta por lo que llamamos idealistas, sino que por el contrario nos encontramos ante un concepto para designar a quienes no eran favorables al uso de la fuerza y de otras medidas expeditivas en la resolución de los problemas internacionales. Podríamos decir que más bien se trató de una escuela que de una corriente.[1]

Aunque durante la Primera Guerra Mundial fueron publicadas diferentes obras que reflejan bastante bien el pensamiento idealista en las relaciones internacionales, lo cierto es que la teoría idealista eclosionó tras finalizar la contienda. En este sentido es reseñable la obra de Alfred Zimmern, The League of Nations and the Rule of Law, en la que es analizado el sistema del periodo prebélico para compararlo con los mecanismos previstos en el Pacto de la Sociedad de Naciones.

A diferencia de lo que inicialmente pudiera pensarse, las aportaciones de los autores idealistas no fueron tanto a la conformación de una teoría idealista propiamente dicha como a la definición de los principios teóricos básicos de las relaciones internacionales como disciplina. En cualquier caso los idealistas no dudaron en abordar la discusión abierta acerca del fundamento de las instituciones que regían el orden internacional en el periodo de entreguerras, lo que les condujo a cuestionar aspectos fundamentales del sistema de Estados como la soberanía, el equilibrio de poder, la diplomacia tradicional, la producción de armamentos a escala masiva, y la tradicional rivalidad entre las grandes potencias.

Nos encontramos, entonces, con diferentes autores que abordaron cuestiones tan peliagudas como puede ser la deslegitimación de la guerra llevada a cabo por James T. Shortwell, o la creación de una fuerza policial internacional propuesta por David Davis. Estos temas que constituían su principal preocupación condujo a la apertura de debates sobre la moralidad internacional. tras esto existía la voluntad de conseguir la revisión de los principios generales del derecho y de la filosofía política hasta entonces imperante para, así, lograr la pacificación mundial.

Por tanto, puede decirse que el idealismo, y sobre todo los idealistas, centró la atención en aspectos normativos al plantear la transformación de las relaciones internacionales para conseguir un mundo pacífico. En este sentido nos encontramos ante una teoría con una importante carga ideológica. Sin embargo, se le achacó altas dosis de ingenuidad ligadas, a su vez, al carácter abstracto tanto de sus afirmaciones como a la difícil definición de ciertos conceptos que constituyeron el centro de sus aspiraciones, como es el caso del interés internacional.

Debido a lo anterior el idealismo ha sido considerado un pensamiento político que no reconoce los problemas que surgen del dilema de la seguridad y el poder, o que en caso de hacerlo sólo lo hace de un modo superficial al centrar su interés en las condiciones o soluciones racionales. Al menos así es como lo percibieron los realistas.[2]

Pero la cuestión, en definitiva, estriba en cómo podemos definir los principales rasgos del idealismo. En primer lugar cabe decir que destaca por su fe en el progreso, de manera que la naturaleza humana se actualiza a lo largo de la historia de un modo progresivo. A esto se suma su visión no determinista del mundo, y consecuentemente la posibilidad de cambiar el curso de la historia a través de la acción humana, lo que refleja un considerable optimismo. Por otra parte el idealismo destaca por su racionalismo al considerar que el sistema internacional puede organizarse conforme a un orden político racional y moral. Y por último está la afirmación de una armonía natural de intereses, lo que significa que los intereses de los Estados no son antagónicos sino más bien complementarios.[3]

A tenor de lo hasta ahora expuesto, los idealistas abogan por el llamado arte del buen gobierno al rechazar el planteamiento fatalista del realismo. El hecho de considerar que la conducta humana es susceptible de ser cambiada, y que por ello el ser humano disponga de la capacidad para aprender, cambiar y controla su conducta, denota un manifiesto optimismo en su manera de ver la naturaleza humana, así como la confianza en la posibilidad de que los conflictos políticos sean solucionados pacíficamente.[4]

La Sociedad de Naciones fue un intento en el plano internacional para aplicar los principios del idealismo político y, así, tratar de evitar una carnicería como la de la Gran Guerra. Todo esto se fundamentaba en el convencimiento de que a través del derecho internacional, las instituciones como la propia Sociedad de Naciones y, por tanto, la institucionalización de los conflictos para su resolución pacífica conforme a los cauces establecidos por el derecho, eran suficientes para poner fin a las viejas rivalidades y la guerra en general.

Sin embargo, como el propio Carr señaló en su crítica al idealismo por su utopismo, los principios abstractos y racionales pueden ser aplicados a comunidades de varios millones de habitantes en el marco nacional de un Estado, pero su traslación al ámbito internacional no admite la estandarización que un principio abstracto general exige al tratarse de una realidad mucho más amplia y diversa.[5]

Todo esto sirvió, en definitiva, para que el denominado interés internacional, la seguridad colectiva, y otros tantos términos introducidos en el ámbito internacional que se caracterizaron por su elevada vaguedad, precipitaran el final de los intentos de los idealistas de crear un mundo pacífico a base de tratados internacionales, instituciones y sistemas de colaboración y que pretendían aplicar principios abstractos que, como el propio Carr apuntó, sólo podían funcionar en el mejor de los casos en el ámbito nacional.

El sueño de dirimir los conflictos de un modo pacífico conforme a las reglas del derecho internacional y el establecimiento de instituciones internacionales para tal efecto fracasaron estrepitosamente con la Segunda Guerra Mundial, y como consecuencia de esto el idealismo cayó en el descrédito al mismo tiempo que el realismo tomó protagonismo en el nuevo contexto histórico e internacional.

 

Notas:

[1] García Picazo, Paloma, Teoría breve de relaciones internacionales, Madrid, Tecnos, 2006, p. 64

[2] Herz, John H., Political Realism and Political Idealism: A Study in Theories and Realities, Chicago, University of Chicago Press, 1951, p. 18

[3] Clark, Ian, Reform and Resistance in the International Order, Cambridge, Cambridge University Press, 1980, pp. 33-35. Evans, Graham, “Some Problems with a History of Thought in International Relations” en International Relations Vol. 4, Nº 6, 1974, p. 720. Korany, Bahgat, “Une, deux, ou quatre… Les écoles de relations internationales” en Études Internationales Vol. 15, 1984, pp. 703-704

[4] Couloumbis, Theodore A., y James H. Wolfe, Introduction to International Relations: Power and Justice, Englewood Cliffs, Prentice-Hall, 1978, p. 19

[5] Carr, Edward H., La crisis de los veinte años, 1919-1939, Madrid, Catarata, 2004, pp. 67-68